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No me dejes que ya te dejo yo

en Relatos

Relatos para no dormir. Todo había acabado. Aumentó su ira llorando como una niña pero no pudo ahuyentar el desasosiego de la soledad no querida. Aquella mañana él se había ido y ella empezaba una nueva vida.

Una nueva vida donde la incertidumbre se mezclaba peligrosamente con un extraño nerviosismo que hacía años no sentía. En un primer momento, tuvo un miedo atroz, paralizante. Un miedo a todo, a echarle de menos, a no echarle de menos, a ser feliz y a ser infeliz. Dando tumbos mentales, salió a la calle sin rumbo fijo.

Respiraba con ansia pero aún así, tenía una tremenda sensación de ahogo que parecía que iba a cortarle la vida de cuajo. Pero no. Se repuso en un instante y se encontró frente a una tienda de esas que venden gominolas.

Hacía mucho tiempo que no se lo permitía así que entró, cogió una de las bolsas más grandes y la fue llenando delicadamente de nubes, cocacolas, huevos fritos y como no, regaliz roja.

El atracón de plástico edulcorado solo hizo que se sintiera fatal, con una angustia insoportable y con muchas ganas de morirse. No había nadie en su vida a la que acudir. Su ausencia desgarraba cada minuto mientras intentaba recomponer su vida. Y lo triste es que no había manera.

Jamás pensó en que haría lo que hizo pero así es la vida, unas veces se gana y otras muchas se pierde. Ahora le había tocado perder y no quería. Ya en casa, su casa, la de él, la que seguramente tendría que dejar después de la ruptura, cogió el teléfono y lo llamó. Tan sólo hacía unas horas que había salido furioso por la puerta y ya no contestaba.

El estridente tono cambió de repente. ¿Qué quieres ahora? Nada o mucho. Solo que vuelvas. Mientras mi dignidad se esparcía silenciosa por los suelos, él callaba. Qué vuelvas no ha quedarte, solo ven y hablamos, acabemos bien las cosas, son muchos años. Con un bien sonoro acabó la conversación y yo corrí nerviosa a prepararlo todo. 

Cuando llegó llamó aunque tenía llaves. Me pareció una forma inútil de marcar las distancias. Iba detrás de él por el pasillo sin sentir ya nada. Lo empujé con todas mis fuerzas sin mediar palabra. Perdió el equilibrio y se estampó con el marco de la puerta de la cocina. Un golpe seco, ni hecho adrede, lo hizo rebotar.

La verdad, había menospreciado mi fuerza tantos años que sinceramente, me sorprendió que hubiera resultado tan fácil. Un silencio sepulcral, un cadáver y una asesina primeriza. Mal asunto. Sentí un gran alivio y la soledad que sentía cuando se fue, había desaparecido.

Me arregle, me pinté, llame al 112 y no espere pacientemente a que vinieran. Salí a la calle buscando la vida sin él y ahora sí, la había encontrado.

Epílogo: Relatos para no dormir y reflexionar. ¿De qué es capaz el ser humano? Muchas veces juzgamos al prójimo sin pensar en las circunstancias, sin pensar en ocupar su lugar. Los cuentos a veces, son más crueles que la realidad, en nuestras manos está convivir con ella

Redactora de contenidos desde que nací. De las primeras redacciones escolares a mis primeros concursos literarios. Una profesión, periodista y fotógrafa y redactora. Cuento la realidad y la ficción. Actualidad y Literatura. Imagen e historias de la vida misma. Entra y descubre mis propuestas. Prometo no aburrirte.

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