Relatos mexicanos. Todo empezó en una fiesta mexicana. El ambiente era estupendo y los margaritas amenizaban el entorno compartiendo espacio con el Guacamole, las Enchiladas, la Cochinita Pibil, Tacos endiablados y como no, Mole Poblano.
La buena predisposición de los asistentes y la acogedora bienvenida de los mexicanos allí presentes, hizo que el momento hielo del inicio de cualquier fiesta en la que no se conocen todos los invitados, se convirtiera en un jolgorio ameno donde todos nos integramos desde el minuto uno.
De una forma tranquila nos íbamos conociendo y entre los diablos de los tacos y de toda la comida en general, la bebida corría a raudales. El tequila empezó a apagar gargantas puro fuego y hasta a mi, que no me gustaba, consiguió que el picante pasase a un segundo plano.
En la mesa central había varias botellas de mezcal al que le tenía yo mucho respeto pero vamos, sin darme cuenta me comí hasta el gusano y empezó de verdad la fiesta. Pasamos a cantar a grito «pelao» rancheras. Como mariachis nos balanceábamos y entre risas, aprendimos jarabes, corridos y huapangos. Todo iba fenomenal hasta que alguien gritó: Piñaaataaaaa!!
Me cogieron desprevenida y algo peda, como dicen ellos, pero a estas alturas yo ya pasaba de todo. Me vendaron los ojos, me dieron un chupito para que me lo bebiera de un trago, me pusieron en la mano algo parecido a un bate de béisbol y empezaron a darme vueltas y vueltas y más vueltas.
Bueno en realidad solo fueron tres pero a mi me parecieron tres mil. De repente, ya no estaba allí. Me abría paso como podía por un inmenso túnel psicodélico de millones de colores. Buscaba inútilmente la piñata mientras mi viaje continuaba cuando de pronto las vi claramente, montones de piñatas andantes se movían a mi alrededor.
Al grito de Viva México, cabrones!!! me lie a golpes con todo. Estremecedores chillidos se mezclaban con colores y líquidos pegajosos resbalaban por mi cara. Otro golpe. Zas. Otra piñata menos. No se cuantas piñatas rompí.
Tengo pocos recuerdos de lo que pasó y ahora, intento recomponerlos sentada encogida en una celda de dos por dos.
Se le acusa de un delito de odio y xenofobia, un intento de homicidio y destrozos varios. Racismo yo? pero si me encantan las mexicanas! Al cabo del tiempo supe que me dieron peyote antes de vendarme los ojos. Menudo viaje. Aún hoy sigo viendo piñatas de colores andando por la ciudad esta que ya no es mía. No he vuelto a ir a una fiesta mexicana…ni a ningún otro lado.
Epílogo: Ya no estamos para fiestas ni peyotes pero para lo que seguro no estamos es para enmascarar la vida con alucinaciones elesedeicas. Los relatos mexicanos, a veces, son menos literatura que las fiestas mexicanas de verdad
Relato inolvidable.
¡¡¡¡Viva México, cabroneees!!!!!!!!
Gracias… Me alegra mucho que te guste…