Pilar. A veces pienso en ella despacio, con un temblor en el alma difícil de describir. El tiempo ha pasado pero hay personas que se quedan aunque se vayan y probablemente, nos acompañarán el resto de nuestras vidas.
En fechas como la de hoy, Pilar ocupa prácticamente toda mi mente. ¿Qué aprendí?, ¿qué desaprendí? ¿soy Pilar? ¿soy Pilar en una versión mejorada, o no, de la mujer más importante de mi vida?
Ya no hace mucho calor y recuerdo ahora que mis años se asemejan a los que ella tuvo, que sus manos eran cálidas, como las mías. Mujer de amor contenido cuyos delgados dedos y uñas cuidadas, dibujaban preciosas letras sobre papeles ahora ya mojados.
Algunas de sus agendas de años en los que aún no estaba en su vida, con sus apuntes, despiertan mi sonrisa y me descubro haciendo las mismas listas y escribiendo, a mano, sus recetas que prácticamente no hacía nunca o pocas veces. Echo de menos su letra limpia y caligráfica.
Ahora cocino las recetas de Pilar y pese a que no le gustaba mucho andar entre fogones, a mi me encanta recordarla mientras revoloteo entre sus palabras, dictadas con paciencia, y su didáctica de la cocina.
Quizás por eso, cuando ahora cocino sus platos, me recorren calambres en el alma porque al probarlos me sumerjo de nuevo en su mundo, en nuestro mundo porque es el mismo sabor, la misma textura y la misma calidez de su comida.
Pilar visceral, impetuosidad renovada en mi que a veces, aún sale por los poros de mi piel aunque llevo años controlandola. Echo de menos su seguridad férrea, su valentía que tan poco se ha asentado en mi alma pero que al recordarla, me impregna y me da fuerzas para no dejarme llevar por la vertiginosidad de la vida y afrontar, como ella, todo sin dejarse nada.
Hoy pienso en que fue y en lo que es ahora, en lo que fui yo y en lo que soy ahora. Sueño con Pilar después de mucho tiempo de no pensarla porque solo el hecho de recordarla me producía dolor.
Ahora recurro a ella varias veces al día y resuelvo mi vida quizá como ella lo hubiera hecho, quizá como a ella le hubiese gustado, quizá como pudimos ambas enfrentarnos a una vida de un forma distinta pero tan igual a la vez….
Sus lecturas que ahora son las mías, como olvidarlas, como olvidarla. Siempre con un libro en sus manos coronadas por anillos fantásticos, su meñique verde esmeralda…
Inclinada sobre la novela, el ensayo, el teatro…con sus gafas a medio poner, su cigarro a medio fumar y aquel cenicero de cristal verde ovalado con muescas de golpes por no mirar, por vivir apasionadamente lecturas incontables.
A veces, hay personas que se quedan aunque se vayan y probablemente, nos acompañen el resto de nuestras vidas. Pilar es una de ellas y ahora, lo sé.
Epílogo: En los relatos como en la vida, la tristeza pasa como pasa todo menos la muerte que siempre llega certera. En nosotros está vivir el camino hacia ella de la mejor manera posible para vivir la muerte tranquila, como hizo Pilar.
Teresa,me has conmovido.Felicidades.Te quiero mucho
Me alegro que te haya gustado…