Anoche, soñé con vosotros. Veníais, como nuevos, a visitarme. Era el momento actual pero vosotros, erais de hace muchos años, de cuando tu, exultante, eras el dueño de la situación y ella, a tu lado, te dejaba hacer sin saber tu, que era ella quien guiaba tus pasos y los de todos nosotros.
Petra os acompañó hasta la puerta como si no os hubierais ido nunca. Ibas a hacer tu la comida o la cena, que más da. Pensándolo mejor era la cena porque recuerdo mi desasosiego al darme cuenta que después de cenar, os iríais conduciendo tu el Morris azul.
Pero tu estabas estupendo y ella, ella estaba a tu lado, cogida de tu fuerte brazo y tus ojos veían y tus brazos podían y ella, ella estaba radiante sonriendo a tu lado.
Cuando desperté, volví a cerrar fuertemente los ojos para volver a soñar que estabais vivos y que estabais conmigo. Me acorde de tu querido Calderón de la Barca y recite mentalmente apesadumbrada, que «toda la vida es sueño y los sueños, sueños son».
Tenía por delante un estupendo día para disfrutar de la vida y al saltar de la cama, sonriendo, pensé que en realidad, nunca os habíais ido y que siempre estaríais conmigo.