Semana Santa. El capirote me lo habían hecho demasiado justo. Rozaba mis mejillas provocando el erice de mi vello. El calor aumentaba. El retumbar del paso a la altura del pecho. Paramos. Descargo mi cuerpo en mis gemelos. Me pasan una botella. La levanto y bebo compulsivamente. Amargo. Mojo todo mi torso.
La tela se pega a mi piel. Vuelvo a bajar el capirote y oigo engrandecida mi respiración. Suenan campanas a muerte con sonidos de tambores. Suenan en mi pecho mojado. Apenas veo nada a mi alrededor. Destellos de fuegos. Cera que calienta aún más el ambiente. Sigo. No decaigo.
Tropiezo con las faldas moradas. Demasiado largas. La tela se pega a mis muslos y noto pequeñas heridas molestas pero a estas alturas, son lo de menos.
El calor aumenta bajo mi manto violeta, capirote en ristre, olvido mi vida y sigo el sonido acompasado de los pasos, de mis pasos, de mi corazón, del corazón de los hombres y mujeres que procesionan a mi lado. Noto sus latidos junto al mio danzar al unisono mientras intentamos no interrumpir el paso.
No hay dolor, solo un intenso calor que conduce nuestros cuerpos mojados calle abajo. La gente se agolà a nuestro paso pero no lo noto. Camino solo aunque intuyo que estoy rodeado de más gente.
Por un momento siento desfallecer pero resisto la tentación de arrancarme de cuajo el capirote para respirar. Las tentaciones, muchas veces, hay que dejarlas pasar aunque parezca que con ello vas a perder la vida. Ser fuerte y no caer en ellas, muchas veces, te reporta satisfacción y felicidad retardada pero veraz. Sigo con el paso, con el calor y con la tentación a cuestas.
Semana Santa, una saeta al cantar…
Oigo murmullos pero estoy como debajo del agua. Hago lo que me dicen mientras avanzamos. Silencio absoluto. Una saeta al cantar…se me eriza de nuevo la piel mojada de sudor. El capirote presionando. Aplauden, lloran, desesperación, alegría, fe. ¿Qué fe?. Cada uno, la suya.
Retumban tambores y pasos y llegamos a un final anunciado. Mi cara congestionada se ve deformada con el movimiento de las luces. Abrazos y lloros. Resurrección de los muertos, resurrección de los vivos. Tiempos de reflexión.
Epílogo: Semana Santa. La ficción se narra desde el convencimiento de que todo, sin excepción, tiene una subjetividad tal que a veces, nos hace confundir la realidad. Cada uno vivimos la realidad cómo queremos o mejor, cómo podemos. Relatos que invitan a la reflexión.