Relatos de amor desesperado. Saltaba de felicidad y sin embargo, no tenía ni puñetera idea de lo que había sucedido. Planchando corazones rotos te encontré medio en trance y pensé que no era buena idea conocerte más.
Pero el destino que casi siempre es una cabronada, hizo que me sentara a tu lado mientras el vapor de tu plancha rozaba mis mejillas. Atendí con precaución tu alegría de vivir y una vez más, me equivoque. Era real.
Esas ganas de vivir eran reales y a mi me había tocado la lotería. Quise conocerte tanto y tan rápido que enseguida me di cuenta que sería misión imposible no caer enredada en tu vida.
La pasión resumida en una mañana de invierno soleada y muy cálida. Y tu risa al viento contagiando a todos a tu paso y yo a tu lado, disfrutando contigo la alegría de vivir de una forma tremendamente peligrosa.
La fascinación del amor muchas veces nos transporta a mundos inacabados que acabamos nosotros y yo, acabe mi mundo contigo sin pensar en las consecuencias de ser demasiado feliz.
Mis ganas de vivir reales se convirtieron en irreales y mi mundo ya no era mi mundo, ni siquiera el tuyo. Mientras tu, impasible, seguías fascinando a tu paso, mi mundo se desmoronaba y ya no podía hacer nada.
Tan solo dejarme llevar y esperar a que pasara cuanto antes para poder, a ver, volver a completar mi maltrecho mundo otra vez inacabado.
Y el calor pasó de repente y volví a verte planchando corazones rotos, entre los que ahora estaba, destrozado, el mío. El espeso vapor ya no acariciaba mis mejillas sino que quemaba mi piel a su paso dejando un halo de vida pasada, gastada junto a tu alegría de vivir que se había comido a la mía.
Epílogo: Relatos de amor desesperado hay muchos pero los relatos de amor, apenas existen. Vivir el amor apasionadamente tiene riesgos irreparables que algunas veces saben muy bien y otras veces, te dejan así con el corazón arrugado difícilmente planchable. Pero todo lo malo acaba como empieza lo bueno, de repente.